A veces, las mentes científicas se limitan a basarse en lo que la Naturaleza lleva miles o millones de años perfeccionando para conseguir inventos que, aparentemente, son nuevos. Imaginemos aquí las alas de los aviones que imitan a la forma de las alas de los pájaros o … las hojas de las plantas.
Una planta no necesita mucho más que la luz solar y algo de agua para desarrollarse y crecer así que alguien pensó que podría utilizarse la misma idea para crear unas hojas artificiales a medida que, en lugar de oxígeno, nos ofrezcan hidrógeno, es decir, combustible. ¿Para qué iba a querer alguien inventar algo así si no?
Imagina aquí una serie de estas hojas utilizando la luz del Sol y agua para realizar algún tipo de fotosíntesis que da como resultado hidrógeno y oxígeno. El oxígeno se libera a la atmósfera y el hidrógeno va a parar a un depósito especial que se convierte en una pila de donde conseguir energía eléctrica.
Hasta ahora, este proceso podía conseguirse utilizando un compuesto en el que se utilizaba platino como componente, un metal bastante caro de conseguir. Sin embargo, este nuevo tipo de hoja artificial utiliza materiales como níquel, molibdeno y zinc mucho más baratos de fabricar.
Fácil, simple barato, una buena idea para llevar electricidad al tercer mundo y también un punto de apoyo para saltar a sistemas energéticos más limpios, simples y económicos.